“La diferencia sexual representa una de las cuestiones

o la cuestión que debe pensarse en nuestra época.”

Luce Irigaray

         Al escribir, vienen a mi mente las maneras en que se ha pensado lo femenino en psicoanálisis y entre esto, una serie de imágenes de lo que he vivido acerca de lo que dicho termino pudiera significar. Podría pensar al escribir teoría de manera solemne; pero sin quitarle seriedad, sale a la luz mi parte juguetona, curiosa y hasta un tanto burlona que se pregunta por la diferencia de los sexos y que quiere compartir e intercambiar perspectivas en nuestras diferencias. Pero antes de proceder, quiero prevenir que no todo acerca de pensar lo femenino es placentero y disfrutable, incluso para algunos resulta un tema impensable. ¿Por qué habría tantos feminicidios si lo femenino resultara fácil de soportar? A veces es agotador, enojoso, frustrante, mitigante y doloroso[1]; incluso para esa otra mujer que soy yo misma. Y es que inevitablemente cuando pienso, una flecha apunto con el eje de mí misma, de la cultura que me vive, del momento histórico que conforma cierta manera de pensar a la mujer. Espero que este texto abra caminos a pensar más allá de el.

         Todos evocamos ciertas imágenes de lo que es femenino y propongo que lo pensemos. Independientemente de nuestro imaginario, el psicoanálisis con respecto a la feminidad ha encriptado en un mal de archivo,  caricaturizaciones tragicómicas que han aparecido de manera insistente como compulsión a la repetición. Si bien, Freud tenía don de palabra y su genialidad le permitió enunciar cosas que cambiarían la historia de la humanidad -como por ejemplo, el concepto de lo inconsciente-; no hemos de olvidar que Freud también sería un vehículo a través del cual el cuerpo social hablara. ¿Qué del cuerpo social hablaba en Freud para que las mujeres fuesen su continente negro? Como personas afines al psicoanálisis, pensemos acerca de lo que se repite. Algo con lo que me topo de manera repetitiva al leer artículos psicoanalíticos y libros acerca de la feminidad, es un dicho que quién sabe en qué momento se habrá cristalizado: “No puede hablarse de feminidad sin hablar de histeria”.  Si es que eso es cierto: ¡Menudo dolor del cuerpo erógeno el que atraviesa a los sujetos femeninos! Y en un intento de pensarlo, heme aquí, hablando de histeria una vez más, evocando la impresionante iconografía fotográfica de La Salpêtrière[2]. “Las histéricas de Charcot” o “las histéricas de Freud” -repiten por ahí muchos psicoanalistas-, como si con eso se denunciara que sus cuerpos denotaban cierta pertenencia. Esta vez, haré una revisión crítica de la figura caricaturizada de lo femenino.  Es enorme entonces lo que tiene que ofrecer la teoría psicoanalítica. Por un lado como una episteme única, con una metapsicología que ha servido de fuente importantísima de cuestionamiento. Por el otro, como un síntoma pues en toda teoría, siempre existirá algo de la historia que genera un exceso en la misma. Por eso hoy, no podemos dejar de leer cuestionando la genealogía histórica que conformó el pensamiento en torno al cuerpo y en torno a lo femenino en psicoanálisis. Transformemos la repetición en cuestionamiento.

         Beatriz Preciado (2014) hace un viaje epistémico-político a través de la historia del útero y a través de una genealogía crítica, deconstruye y resignifica la noción del cuerpo como propio. El útero aparece en un momento histórico dado, aparece en un conjunto específico de relaciones saber-poder hasta convertirse en un órgano encarnado, produciendo la ficción de la madre como cuerpo reproductivo: una madre biopolítica. La matriz, el útero se convierte como un espacio de gestión crucial para producir el cuerpo del estado, de la nación. “La Beto”, dirá con su cuerpo (a veces un cuerpo bigotudo como una denuncia) y en palabra que estamos en un momento de crisis epistémica del cuerpo. Se pregunta entonces en qué momento histórico entra la ficción del cuerpo femenino y el cuerpo materno para a través de su investigación, concluir que el cuerpo de la mujer como espacio reproductivo es una ficción política específicamente moderna. Antes, en el siglo XVIII, el útero era representado como un vaso que flota en un espacio vacío y Preciado entonces se pregunta en qué cuerpo está situado ese útero si flota para responder que en un espacio que no le pertenecía a su propio cuerpo: el espacio del Pater Familias. La reproducción entonces se daba en la gota de esperma y no en el cuerpo femenino. La vagina era pensada como un pene invertido, ontológicamente fallido que como ya se mencionó, no podría en si llevar a cabo el proceso de generación. El útero que sería un útero flotante, sostenido por la palabra de Dios, en algún momento caería a la inminencia, a la idea de un útero que es de la mujer. Esa caída a la inminencia es restricción a la soberanía patriarcal. A través del reclamo de la noción de propiedad se producirá una saturación del cuerpo femenino en un útero reproductivo. Pensémoslo como un cuerpo-lugar.

            Revisemos esto que nos aporta Preciado y su diálogo pendiente con la teoría psicoanalítica. Freud era un hombre moderno, la noción de propiedad ya le era común. Esto queda claro en dos enunciaciones clave. La primera será cuando antes del inicio de la teoría psicoanalítica, Janet y Freud afirmaron que es el concepto trivial de cuerpo lo que esta en juego en la histeria. Era esa misma duda lo que llevaba a los alumnos de charcot a hacer esquemas de metapsicología para pensar el cuerpo psíquico. El segundo momento será en Introducción al Narcisismo, donde Freud enuncia que el ideal está puesto en la creación de una familia:

Desde el ideal del yo parte una importante vía para la comprensión de la psicología de las masas. Además de su componente individual, este ideal tiene un componente social; es también el ideal común de una familia, de un estamento, de una nación.” (Freud, 1914)

Acerca del primer enunciado, pensemos: ¿Es el cuerpo de la histérica portador de una denuncia como cuerpo inapropiable? ¿Inapropiable por quién? ¿Sin propiedad de qué? Ya Beatriz Preciado nos ilumina con la idea de propiedad en la modernidad. Los cuerpos de las histéricas serían cuerpos que buscan apropiarse de algo –en psicoanálisis por supuesto, algo que se ha perdido-, Tomemos como ejemplo a Bertha Pappenheim (Anna O).  En Estudios sobre la histeria (1894), vemos cómo Anna O. facilitó el descubrimiento del método catártico: “the talking cure” o “la limpieza de chimenea”. Habiendo entrado a tratamiento alucinando, con varios intentos de suicidio, con dificultades para hablar y cási mutismo completo, hablando en otro idioma, Anna O. de algo de su lenguaje  se apropió pues fue más adelante que algo se transformó, consagrandose como ferviente feminista, siendo la primer asistente social en Alemania, fundando la Liga de las mujeres judías y dirigiendo un orfanato. ¡Qué apropiación! ¿También denuncia de aquella noción de propiedad de su época? No olvidemos que durante su tratamiento con Breuer, Anna O. decía que estaba embarazada de Breuer. Esto es, Anna O. se estaría apropiando de ese útero que en la premodernidad volaba para hacerse de un usufructo. Podríamos pensar que las histéricas serían cuerpos receptivos de un cambio en lo social que no eran capaces de apalabrar por su cualidad avasallante. Esa cualidad derrumbante del espacio del Pater Familias, incubaría la perpetuación de un discurso de poder en psicoanálisis: pensar lo femenino a partir de la histeria. Por un lado, atentos de lo que sus cuerpos portarían acerca de lo social, por otro, un discurso que ha perpetuado cierta rigidez en la teoría psicoanalítica acerca del binomio masculino-femenino y que ha generado toda una serie de confusiones. Desmenuzaré esto más adelante hablando de la historia de la feminidad en psicoanálisis. Acerca del ideal como representante de la perpetuación de la especie, podemos decir varias cosas. Freud pensaba por un lado en un cuerpo erógeno que denotaría lo infantil de la sexualidad en cualquier tiempo. Por otro, que el ideal fuese la perpetuación de la especie y la creación de la familia, le impedía pensar que estuviese cruzado por ese ideal y que el ideal fuera cultural. Hoy otros cuerpos aparecen en escena para denunciar con su cuerpo algo de este ideal. ¿Si hoy aparece una gran denuncia de comunidades que portan lo gay, lo transexual, lo transgénero, lo queer la reproducción asistida: qué de esos cuerpos transforman el ideal cultural? El cuerpo de la mujer deja de ser una pertenencia hoy para convertirse en un cuerpo que cambia, un cuerpo erógeno que denuncia el polimorfismo de la sexualidad. El “perverso polimorfo” de Freud. ¿Qué de la idea de propiedad -a través del embarazo y la creación de la familia- , ha sido movido en estos cuerpos. Si una mujer puede estar con otra, un hombre con otro, un cuerpo puede cambiar su estatuto de hombre a mujer o viceversa: ¿Qué sentido tiene ligar el fin último de la sexualidad a la procreación? Y esque Freud en esto, también era un hombre adelantado a su época porque su manera de pensar el cuerpo erógeno y el polimorfismo nos da luz para pensar hoy. Vivimos una crísis epistémica en este momento. Las histéricas estarían denunciando un problema a través de sus síntomas – síntomas que eran resultado quizás de una ficción política-: ¿Cómo apropiarse de un órgano en el momento en que está siendo inventado? Hoy otras denuncias irrumpen en los cuerpos: ¿Cómo pensar el cuerpo femenino como subjetividad más allá de la noción de propiedad moderna? Y esque pensándolo así, las historias de las personas transgénero son heróicas en el sentido de que son roba órganos, asaltadores de cuerpos. ¿Cómo apropiarse de ese órgano cuando está apenas siendo inventado y deja de ser apropiable?

         Han aparecido órganos subrogados a nuestro cuerpo. En los 50´s por ejemplo, la incubadora. Un neonato deja de estar en contacto con el cuerpo como ficción individual. Más adelante los teléfonos portátiles, la reproducción asistida, Second Life, han generado la idea de que existe la posibilidad de un cuerpo fuera del cuerpo propio y de una vida corporal más allá de éste. Lo vemos incluso en la manera incluso que se escribe de la transferencia en psicoanálisis. Unos dirán que se trata de dos cuerpos al encuentro en donde existe la transferencia y contratransferencia, otros dirán que existe solo transferencia de cada uno individualmente, otros hablarán de la idea de un cuerpo nuevo en la relación entre ambos. Otros de la transferencia como un golpe que irrumpe en el cuerpo del analista. Éstas maneras cambiantes de concebir la transferencia hablan de la flexibilidad de pensar el cuerpo en sus diferentes formas. La escucha analítica, la apertura al otro, ha movilizado a nociones nuevas de pensar la transferencia. Lo que es curioso es que poco se ha movilizado en psicoanálisis la noción binómica de la que se desprende la idea de feminidad. El asunto es urgente y aquí hago un recuento general de la historia teórica de lo femenino en psicoanálisis.

         Hemos mencionado ya cómo el pensamiento de Freud comienza desde la histeria. En sus prácticas en Paris, Freud habría comenzado a gestar su pensamiento. En tres ensayos sobre una teoría sexual, Freud (1905) hace un esbozo de lo que piensa como sexualidad femenina. menciona que la sexualidad de las niñas pequeñas tiene un carácter masculino y que requiere tiempo a que se realice una transferencia de excitabilidad del clitoris a la vagina. En el mismo texto, Freud habla de las fantasías sexuales infantiles  refiriéndose a la mujer cuando habla del embarazo: por el ombligo las mujeres tienen a su bebé. Es curioso no solamente que haga una asociación entre fantasía sexual y embarazo al hablar de la mujer sino que además habla mucho más del Edipo masculino que del femenino. El dirá que la vida erótica de la mujer está velada por una oscuridad impenetrable.

         Antes de 1920 Freud relata numerosos casos de histeria. Freud (1905) relata el caso de Dora. Ella se siente celosa de su padre. CuandoFreud le pregunta acerca de por qué si tiene sífilis y no puede tener relaciones, Dora contesta que no se trata de eso. Ante esto Freud se queda asombrado y se pregunta: ¿Qué quiere una mujer?, pregunta que no se logra responder.

         En 1923, en un agregado a Tres ensayos, titulado “La organización genital infantil”, Freud explica que en la niñez se consuma la elección de objeto y que la unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de los genitales no son establecidos en la infancia sino hasta que la organización sexual esta puesta al servicio de la reproducción- su fin último-. Freud aquí hace comprender la diferencia entre con falo y sin falo. La noción de diferencia aparece entónces íntimamente ligada a la noción de propiedad, podríamos decir.

Poco después, en el sepultamiento del Complejo de Edipo (1924), explica que la anatomía es destino y que el clitoris al comienzo se comporta como pene pero al compararlo con un hombre percibe que es corto pero crecerá (complejo de masculinidad) o que algún día lo tuvo y lo perdió mientras a las otras mujeres les atribuye un genital grande y completo. Otra de las opciones, la femenina, sería que culmine en el deseo de parirle un hijo al padre. ¿No puede esto ser clarísimo en la noción de propiedad? Lo femenino sería lo que pertenece al terreno del Pater Familias. Pero cómo entonces plantear qué es femenino si ya ese órgano no pertenece al estado flotante que le pertenecía en la premodernidad?

El falo como estatuto de fase fue retomado por la Escuela Inglesa, por Enst Jones, Melanie Klein , Joan Riviere y Karen Horney . Un colectivo de mujeres, entre ellas Helene Deutsch, Lampl-de Groot y Ruth Mack Brunswick releyeron a Freud para refutar aquello que consideraran misógino. También la idea de lo que se tiene y lo que no fue retomado por todo el feminismo francés, pero la noción de propiedad fue replicada constantemente sin cuestionarse como algo gestado en el momento histórico.

Jacques Lacan retomaría la histeria para pensar lo femenino pero dirá que la histérica se encuentra en posición masculina o posición histérica en tanto que está del lado hombre, sin embargo, una histérica puede amar y entonces ir más allá del goce fálico, ir hacia un goce Otro y así poder amar, en posición femenina. También apuntó el forcejeo derivado de Freud de trasladar a la mujer a la talla masculina. Propuso que La Mujer no existe como una manera de retomar la tesis freudiana por la cual la mujer no es un ser sino un devenir (Andre, 2002). Esto quiere decir que al no haber un sexo que determine a la mujer sino que el del hombre, la mujer es el lugar de la falta, de la inexistencia y por lo tanto no existe, se crea a través de máscaras que le dan forma para así ser tomada como objeto. Es interesante pues la perspectiva de Lacan pone el sentido de propiedad entonces en el hombre y a la mujer como un ser de falta donde al no haber propiedad no existe y entónces recubre engañando para ser apropiada por otro. En ésta perspectiva las mujeres se ofrecen, dan a ver (lo que no hay), ponen en juego la mirada y devienen lo que crean haciendo de su vacío un objeto conveniente y así accediendo a un goce más allá del fálico: el suplementario. (Stepak, 1998) En éste sentido, para Lacan, las mujeres son quienes van más allá de la noción de propiedad pero a través de la no apropiación.

Habrá que pensarse e inventar nuevas mitologías acerca de lo femenino más allá de un cuerpo apropiado-apropiable. Y en lo novedoso que surge como mitología en mi imaginario, una pregunta me aterra, pero es pensable: ¿Sería posible que el concepto de lo femenino y sus valores de propiedad y apropiación fueran realmente asimilados como insuficientes al ser un dicho?

Bibliografía

Andre, S. (2002) ¿Qué quiere una mujer?. México: Siglo XXI.

Anzieu, A. (1993) La mujer sin cualidad. Madrid: Biblioteca Nueva.

Freud, S. (1894/1985). Estudio sobre la histeria, en Obras Completas, tomo II.  Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1905 b/1985). Tres ensayos de teoría sexual, Obras Completas, tomo VII.  Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1914/1985). Introducción al narcisismo, Obras Completas, tomo XIV.  Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1923/1985). La organización genital infantil,  Obras Completas, tomo XIX.  Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1924/1985). El sepultamiento del complejo de Edipo,  Obras Completas, tomo XIX.  Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1925/1985). Algunas Consecuencia Psíquicas de la Diferencia Anatómica de los Sexos, Obras Completas, tomo XIX. Argentina: Amorrortu (1978).

Freud, S. (1931 /1985). Sobre la sexualidad femenina,  Obras Completas, tomo XVIII.  Argentina: Amorrortu.

Freud, S. (1933 c [1932] /1985). 33° Conferencia. La feminidad, en Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, Obras Completas, tomo XXII.  Argentina: Amorrortu.

Hannon, M.C. (2000) Why Do Women Love Men and Not Their Mothers? Londres: Other Press.

Lacan, J. (1958/1992) La significación del falo. Escritos 1. Barcelona: Paidós.

Lacan, J. (1967-1970/1992) El seminario, libro 17 El reverso del psicoanálisis. Barcelona: Paidós.

Lacan, J. (1968) El seminario, libro 16: De un Otro al otro, inédito.

Lacan, J. (1969/1992) El seminario, libro 17 El reverso del psicoanálisis. Barcelona: Paidós.

Lacan, J. (1972/1992) El seminario, libro 20: Aun. Barcelona: Paidós.

Stepak, A. (1998) La feminidad. Trabajo presentado en el Taller de la EFBA Escuela Freudiana de Buenos Aires, Argentina Buenos Aires, octubre 1998. Publicado en EFBA: www.efba.org/efbaonline/stepak-02.htmPreciado, B. (2014). Cuerpos Inapropiables. Conferencia en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. 10 de julio de 2014. Podcast: http://www.macba.cat/es/audio-beat


[1] Hay quienes en psicoanálisis han escrito acerca de lo disfrutable de ser mujer como un paso que se da. Me reservo a ese tipo de planteamientos. La importancia dentro de mi congruencia teórica recae en lo disfrutable del cuerpo erógeno, pero del “ser mujer” será problemático pues no hay cosa tal como “un ser mujer” si deconstruimos el constructo psicoanalítico de lo femenino. Sin embargo pensar lo femenino es doloroso porque implica perder ese cuerpo teórico que nos fue dado, renunciar a el para pensar.

[2] La iconografía fotográfica a la que me refiero, son imágenes de mujeres en dicho hospital que eran fotografiadas por los alumnos de Charcot. [ Véase: Didi- Huberman, G. (2007) La invención de la histeria: Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière. Ediciones Cátedra.]

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