Artículo publicado en Revista Absurdo https://sic.cultura.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=132
Fernanda Magallanes
Ya en esta columna había hablado de la histeria como fundante del psicoanálisis. El pensamiento psicoanalítico tuvo la genialidad de organizarse frente a la pregunta por el cuerpo. ¿Qué es un cuerpo si no responde a veces a la anatomía física?
Modelos metapsicológicos surgieron en el Hospital de La Salpetriere junto con los alumnos de Charcot para pensar el cuerpo de las histéricas. Pareciera que ellas vendrían a presentar con sus cuerpos recortados, inmóviles, paralizados o convulsionados; una cuestión a pensar acerca del cuerpo. Así se ha planteado en psicoanálisis. Ahora bien, yo aquí quiero proponer que esos cuerpos venían a denunciar una crísis epistémica del cuerpo específica de la modernidad que adelante explicaré. para cuestionar qué vienen a denunciar los cuerpos hoy. A través de las mitologías que dictan la vivencia de nuestros cuerpos, hablaré de la necesidad de crear nuevas mitologías ya que de cualquier modo, de ellas no podemos escapar.
Algunas veces pensamos un fenómeno o a los cuerpos como portadores de algo específico de sí mismos, pero los invito a que pensemos de otra manera. Pensemos un cuerpo o una colectividad de cuerpos, como hablantes en sus síntomas de un modelo de poder que actúa en ellos. Es decir, si bien, tendemos a pensar al cuerpo como entidad separada del mundo, invito a que por favor no lo hagamos pues esa separación es ya una invención histórica a través de la cual nos organizamos. Propongo que pensemos lo que las invenciones históricas han hecho sobre los cuerpos de tal modo que los cuerpos actúan y a veces se quieren revelar a estas cuestiones. Suena sencillo pero es algo de tal dificultad que cuestiona las nociones de cuerpo, de propiedad, e incluso de género y de cómo este se ha pensado desde Freud. El cuerpo no es sin significantes que lo organizan por lo que la colectividad de la palabra nos configura, nos vive. Las mitologías en torno al cuerpo, nos viven.
Freud, un hombre moderno, tuvo la intuición de pensar el cuerpo desde aquel modelo que se le prestaría en su época: el cuerpo como noción de propiedad. Dentro de un impasse de su época, tuvo la genialidad de mantener un circuito abierto al preguntarse durante su obra: “¿Qué quiere una mujer?”. Su pensamiento se organizaría bajo el modelo tener-no tener. Modelo bajo el cual, todo el psicoanálisis se organizó. La crítica feminista y el feminismo se organizó también alrededor de esta idea. Las feministas tenderían a pensar con o en contra de Freud pero nunca sin él, incluso cuando no lo mencionaran: tener o no tener el falo.
Beatriz Preciado en una conferencia en el MACBA en 2014, hace un viaje epistémico-político a través de la historia del útero y a través de una genealogía crítica, deconstruye y resignifica la noción del cuerpo como propio. El útero aparece en un momento histórico dado, aparece en un conjunto específico de relaciones saber-poder hasta convertirse en un órgano encarnado, produciendo la ficción de la madre como cuerpo reproductivo: una madre biopolítica. La matriz, el útero se convierte en un espacio de gestión crucial para producir el cuerpo del estado, de la nación. Ese cuerpo, es el cuerpo que surge de manera histórica en la época de Freud. ¿Estarían las histéricas denunciando con sus síntomas un acontecimiento histórico? Y es que el útero desde la modernidad se convertiría en propiedad de las mujeres y dejaría de pertenecer al Pater Familias. El cuerpo de la mujer como un espacio reproductivo es una ficción política específicamente moderna. Antes, en el siglo XVIII, el útero era representado como un vaso que flota en un espacio vacío. Preciado entonces se pregunta en qué cuerpo está situado ese útero si flota, para responder que en un espacio que no le pertenecía a su propio cuerpo: el espacio del Pater Familias. La reproducción entonces se daba en la gota de esperma y no en el cuerpo femenino. La vagina era pensada como un pene invertido, ontológicamente fallido que como ya se mencionó, no podría en si llevar a cabo el proceso de gestación. El útero que sería un útero flotante, sostenido por la palabra de Dios, en algún momento caería a la inminencia, a la idea de un útero que es de la mujer. Esa caída a la inminencia es restricción a la soberanía patriarcal.
La soberanía patriarcal de un cuerpo perteneciente a Dios como dador de la regeneración de la especie humana, ha caído. El útero pertenece a las mujeres. Pero pensemos: ¿Cómo puede uno apropiarse de un cuerpo que nunca le había pertenecido? Esto se ve desplazado en el campo que han ganado las mujeres dentro de la vida política y social y la idea de equidad de género mientras al mismo tiempo suceden feminicidios por todos lados. Mientras ese cambio se dio, no se ha configurado una total apropiación del cuerpo femenino dentro del espacio político como un cuerpo que se apropia de lo que le pertenece –su sexualidad-.
Quiero enunciar que al mismo tiempo surge hoy otro momento de cambio epistémico del cuerpo. Así como los cuerpos en la histeria traían denuncias interesantísimas, hoy nos encontramos ante otras denuncias a pensar. Han surgido nuevas maneras de politizar el cuerpo con la aparición del matrimonio gay, la posibilidad quirúrgica de reasignación de sexo (o cambio de sexo, como le prefieran llamar) y la denuncia de las personas intersexo de un espacio más allá del binomio del sexo biológico femenino – masculino y la posibilidad de tener hijos por métodos de reproducción asistida. Estos cuerpos de algún modo denuncian – sin necesariamente concientizarlo- que la finalidad de la sexualidad no es la procreación por lo que el espacio que ocupa un cuerpo o la propiedad que tiene o no es intercambiable, maleable. Al mismo tiempo, la diferencia sexual pensada como una diferencia de cada ser, más allá de la diferencia binómica hombre-mujer, trae consigo una dificultad para apropiarse de la propia sexualidad. Es por lo mismo que se generan nuevas colectividades con las cuales nombrarse. ¿Cómo apropiarnos de nuestro propio cuerpo sin enunciarlo como una colectividad? Esa será la pregunta a pensar. Los cuerpos se estructuran bajo políticas pero esperemos que siempre haya un más allá en nuestros cuerpos que cuestione la politización que se les inflinge. Propongo la creación de una mitología del cuerpo, ya sea como apropiado o como deconstructor de una idea de que éste puede apropiarse. Mientras todo esto sucede, no dejemos de pensarnos.