Este texto fue presentado en la mesa de trabajo “Psicoanálisis y la Otra filosofía”, mesa compuesta por un grupo de estudio compuesto por Alejandro Cerda, Brenda Mercado y Alejandra García C.

Fernanda Magallanes

Al comenzar a escribir este trabajo me preguntaba cómo es posible comenzar a escribir del cuerpo, ¿por dónde se empieza? Pregunta que encierra otra pregunta: ¿Dónde comienza el cuerpo? ¿Qué es el cuerpo? Quisiera introducir este trabajo inacabado como un recorrido del cuerpo y que pensemos entónces a su vez este texto que les leo como un cuerpo de palabras, una invitación a ustedes como destinatarios para que pensemos juntos. ¿Cómo abrir la receptividad del destinatario? Esa es otra pregunta de mi trabajo, ¿Cómo un cuerpo se hace un cuerpo legítimo? ¿Qué es la hospitalidad para el cuerpo social?

Derrida en Por otra Parte, dijo que cuando uno escribe piensa que escribe algo muy interesante pero siempre es bien obsceno porque borra la singularidad del destinatario, es por esto que la escritura es traición. Disculpen entónces por la traición que cometo al insertar un cuerpo en su escucha y la traición también a los personajes y autores que elegí en este texto, multiplicidad de voces traducidas en diferancia al habitar mi voz, al hacerlos mis propios personajes y al citarlos fuera de su momento para yo escribir.

El cuerpo es algo que a todos nos atañe pues es el cuerpo el lugar de inscripción de los síntomas, pero ¿a qué cuerpo me refiero? No es al cuerpo como unidad biológica, como carne, sino al cuerpo como una construcción secundaria del ser hablante, tenemos un cuerpo y no somos un cuerpo. Para Freud en un inicio no hay una unidad comparable al yo, las pulsiones autoeróticas existen en ese momento pero una nueva acción psíquica ha de agregarse para que el narcisismo se constituya. Es así como el yo y el cuerpo surgen como unificación de la libido dispersa. En el yo y el ello, Freud habla del yo en continuidad directa con las sensaciones corporales hasta el punto de describirle como una esencia-cuerpo y como una mera proyección de la superficie corporal: “El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie”. Es decir, tejemos una urdimbre psíquica en la ausencia, en el enhuellamiento, en la entrada de otro, en la alucinación del pecho materno, urdimbre que en su tejido conforma el cuerpo. Y es esa una de las enseñanzas que evidencían aquellas mujeres histéricas de la Salpetriere: el cuerpo es una unidad imaginaria diferente a la realidad orgánica pero apuntalada en esta.

Lacan en el estadio del espejo habla de esto. En los primeros meses de vida, un infante se hace presa de la ilusión de la identificación espacial en el reflejo de otro. Toma una imagen de sí mismo y la asimila. En un inicio la imagen es fragmentada hasta que se forma una imagen ortopédica del cuerpo, una especie de totalidad. Así se asimila que ese reflejo es uno mismo.

Esa imagen, marca una estructura rígida en todo el desarrollo mental pues caemos en la ilusión de ser eso. El cuerpo es entónces una mentira sostenida, una unidad meramente virtual. Mentira necesaria. Creemos ser aquello que se nos dijo ser.

El infante, no está bilógicamente habilitado para valerse por sí mismo por lo que siempre hay un espacio en donde la fragmentación inicial reaparece. Como adultos reaparece en sueños bajo la forma de miembros desunidos, explosiones, en la anatomía fantasiosa que tejemos de nosotros mismos, en síntomas, en conversiones, en rituales obsesivos que esconden y evidencían la fragmentación, en actos de imaginación. Es por esto que es tan importante el cuerpo en psicoanálisis: el cuerpo y su punto de fractura.

El que haya un punto de fractura y que el cuerpo es una mentira necesaria es un punto interesante para pensar la identidad. Derrida en El Monologuismo del Otro, dice que escribe para buscar una identidad, pero esto es imposible pues hay ya una perdida, que en psicoanálisis podemos pensar como pérdida de la carne. Explica que una autobiografía es imposible. Una autobiografía dice que el yo sabe quien es. El yo desconoce quien es, pero uno puede ser capaz de hablar, de decir “yo”, eso es tener una experiencia de yo para Derrida, pero no es que el yo exista como identidad total. El fantasma identitario existe porque precisamente deseamos tener un yo y si lo encontraramos no representaríamos más, no escribiríamos más y dice que no sabe los demás, pero que está seguro que por lo menos el no viviría más.

En La Circonfesión, Derrida ahonda en la idea de la escritura como el resultado de una herida inicial del cuerpo, la inscripción deja una marca que trabaja en el inconsciente, una rememoración inonsciente, la escritura como escritura del cuerpo es un acontecimiento que permanence como una circunsición metafórica, la circunsición del yo. Esta idea de la circunsición del yo me parece que es precisamente equivalente a la castración simbólica, entrada del Otro que nos obliga afortunadamente a hablar, a escribir el mundo, a tener una experiencia del yo.

Ahora bien, es de mi interés pensar por qué en el cuerpo social, hay cuerpos que son abyectos, rechazados, forcluidos. ¿Es la fragmentación de nuestro cuerpo aquello que esos cuerpos reviven de tal modo que los enviamos psiquicamente a la isla de la lepra, a La Castañeda, al Palacio de Lecumberri, al inciso 6 página 100 del DSM V? No se, cada quien tenemos nuestro lugar de preferencia, muy importante a pensar porque nos remite a nuestra propia fragmentación. Preguntas se abren y quedan inacabadas en este trabajo: ¿Qué hay de la fragmenación del cuerpo de otro que revive en nosotros la crueldad de crear personajes abyectos del mundo: los locos, los prisioneros, los trans, las prostitutas, etc.?  ¿Qué se necesita para que un cuerpo sea legítimo ante sí y ante el mundo? ¿Se necesita de un Otro para hacerse de un cuerpo y legitimarlo? ¿A qué nos enfrentamos en la clínica éticamente ante un cuerpo que viene a pedir ayuda a nosotros que también estamos fragmentados?.

Aquí es cuando entra a esta lectura Judith Butler. Butler habla de dos cuerpos: el material y el discursivo. El material ha quedado perdido, pues es ya discursivo cuando se piensa, pero se apuntala el discursivo sobre el material. En Cuerpos que importan se pregunta si los cuerpos son meramente discursivos. Butler alude a la materialidad del cuerpo como algo que persiste y donde queda especificado que lo que persiste es “una demanda en y por el lenguaje”. Butler se interesa mucho por los cuerpos abyectos, aquellos cuerpos que no son inteligibles. Ella pone varios ejemplos a lo largo de su obra como encontrar a un trans en la fila del super y voltear para otro lado, como manifestaciones que surgen y parecen no existir y retoma a Foucalt en sus figuras del loco, del prisionero, etc. En Cómo los cuerpos devienen importantes, una entrevista a Judith Butler, afirma que los discursos habitan los cuerpos siendo parte de su propia sangre por lo que el discurso transcurre siempre por el mismo lugar que el cuerpo, es por esto que para ella el cuerpo, el género, son performativos, no como un performance o un acto aislado sino como una performatividad linguística, un discurso, una transformación a través de los actos de habla, especialmente, los actos de habla que hieren como lo escribe en Excitable Speech. A politics of the Performative. Somos marcados por el lenguaje porque necesitamos el lenguaje para hacer la ilusión de ser; necesitamos el lenguaje para dotarnos de existencia, para otorgar inteligibilidad a nuestra vida, en otras palabras, para hacer la ilusión de que nos hacemos de un cuerpo. Es así como ahora podemos preguntarnos ¿Si la imágen del cuerpo de los otros es la propia imagen y si la propia imagen es dada por un discurso y el discurso hace de esos cuerpos, cuerpos abyectos; cómo pensarlos o cómo pensarnos: dentro del discurso, fuera, más allá de él? ¿Cómo se puede ir más allá del discurso si eso es posible?

Ahora, si hay cuerpos abyectos, hay cuerpos también a los que he decidido llamar en una relectura, Cuerpos en busca de un Lugar, cuerpos que aunque no son del todo abyectos, hay algo no legitimado de su lugar como cuerpo en el mundo y que tienen una importante pregunta por el lugar. Aquí en este trabajo entran a escena ahora dos figuras: Edipo y Antígona a través de Derrida, Anne Dufourmantelle y Judith Butler pero antes de hablar de la búsqueda de lugar para desarrollar esta idea, hablaré de la hospitalidad.

Anne Dufourmantelle, psicoanalista francesa y filósofa invitó a Jacques Derrida a dialogar acerca de La Hospitalidad, le pidió una conferencia a la que había asistido acerca de La Hospitalidad y la Hostilidad y así se hizó el libro en forma de intercambio, de un lado de la hoja lo que diría Derrida y en el otro lado de la hoja, Anne Dufourmantelle como una huesped que participa en el texto. En La Hospitalidad,  Derrida plantea que hay tres posiciones, la de huespued, la de anfitrión y la de testigo. El testigo puede ser un espacio. La hospitalidad es una de las primeras leyes en la cultura. Para Derrida en lenguaje funge como pasaje entre hospitalidad y leyes de hospitalidad, existen leyes de hospitalidad porque existe la figura del parásito, esa figura de alguien que irrumpe a un lugar sin permiso. Incluso la raíz de la palabra hospitalidad tiene al enemigo en la raíz misma pues viene de hostis que puede ser hostilidad y que puede ser hospitalidad. Y esque en la hospitalidad hay una violencia linguística, se le pregunta al huesped quién es, de dónde viene, cuál es su nombre para dejarlo entrar. La Hospitalidad aparece recurrentemente, por ejemplo, Ulises se pregunta en su regreso a Itaca si será admitido como el hijo del rey o no y cuál es la condición de ser un huésped. Anne Dufourmantelle comenta entónces que el sujeto tiene un lugar de reconocimiento o de lo contrario no existe. Es entónces desde mi lectura como podemos pensar el cuerpo, hay un testigo, el espacio, hay un anfitrión, la madre que delimita con su presencia y ausencia la existencia corporea del huesped.

Pero más adelante, Derrida hace un comentario muy breve que no explica más donde habla de Edipo en Colona. Dice allí que Edipo camina con Antígona. Ya esta ciego, ya ha cometido incesto, ya se ha quitado los ojos. Ahora es perseguido y lo único que quiere es un hogar. Edipo ya no se pregunta quién es rey, qué es ser rey, qué es ser Padre, ahora Edipo se pregunta quién le puede acojer. Entónces reposa en un lugar en donde los mortales no deben reposar, ha cometido una transgresión y ahora no tiene un lugar. Los habitantes de la ciudad lo ven como un extraño y se quejan, está allí Edipo haciendo una transgresión en el espacio y no pudiendose adueñar de un lugar para sí al momento de su muerte. Este es un muy breve comentario y Derrida sigue luego con otra idea.

Me parece que es genial este señalamiento que hace y que hay que pensarlo pues Antígona hereda de Edipo la catástrofe de no tener un lugar. Se convierte en un problema transgeneracional. La figura de Antígona (hija de Edipo y Yocasta) y la figura de Edipo son muy revisadas por lo que no podríamos decir que son cuerpos abyectos, sin embargo en su historia si tienen un problema importante con encontrar su lugar en el mundo.

En Los siete contra Tebas, Esquilo explica que Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, se turnarían el trono en su reinado, sin embargo Polinices se queda más tiempo de lo que le tocaba. Se desata una guerra y ambos hermanos mueren en las manos uno del otro como decía la profecía. Creonte sube como rey de Tebas y dictamina que Polinices no sera enterrado dignamente. Al no ser sepultado entónces vagaría por la tierra eternamente. La falla en la ley podemos ver que viene desde el incesto, desde Edipo, los hijos culpables y desobedientes mueren, no tiene un lugar como Edipo no lo tuvo y queda algo vagando como fantasma. La hospitalidad no les es dada. Creonte actúa como el portador de la ley, como el soberano, sin embargo, es una ley que va en contra de la ley divina, la ley divina que habla de la dignidad de un cuerpo como cuerpo que se pueda sepultar para no convertirse en lo que podríamos llamar parásito interpretando a Derrida.

Antígona en Antígona de Sófocles, es la figura que lucha por la dignidad del cuerpo de su hermano, por que tenga un lugar para ser enterrado y no le importa ir en contra de la ley del estado que es representada por Creonte, la figura del soberano. Para Antígona el que su hermano no sea enterrado es injusto. Intenta convencer a su hermana Ismene a luchar por esta causa pero su hermana se niega a ir en contra de la ley del estado. Antígona decide enterrar a su hermano por sí misma pero los guardias de Creonte la descubren y le declara a Creonte que ha decidido romper su ley. Así Antígona juega el papel de soberana, pero es una soberana parásito porque no tiene el permiso del estado.

Judith Butler revisa este texto clásico en Antigone´s Claim y retoma la lectura de Hegel acerca de Antígona en donde explicita que Antígona no encuentra lugar como cuerpo en un lugar porque no es capaz de ofrecer ni recibir reconocimiento de un orden ético, el único reconocimiento que es capaz de aceptar es el de su hermano muerto. Es la union fraternal, la sangre, la que estabiliza el parentesco y su dinámica interna de reconocimiento. Ella aparece como una figura un tanto impensable porque la ley rehusa a reconocer la perdida que tiene de su hermano. Su acto es consciente y es por lo tanto éticamente más completo que el de Edipo pero mucho más inexcusable al ser conciente.

            Lacan se refirió a Antígona como bella pues nos fascina con su carácter enigmatico pero está al servicio de la muerte mientras vive, está muriendo pero está viva y así significa el límite de la muerte. Ella lucha contra Creonte pero al final no son tan distintos pues juegan al soberano y varias veces mencionan hablar en nombre de dios. Pero Butler dice que este análisis de Lacan se olvida de una cosa muy importante, Antígona está cometiendo un crímen no solo contra el Estado sino llevando su amor a su hermano demasiado lejos. Finalmente, ella queda despojada de su lugar en el parentesco. Se necesita de un permiso del mundo para tener un cuerpo, un lugar como cuerpo, es el lugar un lugar simbólico.

            Derrida de manera conciente pide que se le entierre al morir porque el quiere un día tener un lugar. Yo me pregunto si es necesario ser enterrado o si siempre tuvo un lugar y no lo pudo reconocer, buscándolo al horizonte como todos buscamos al escribir. Judith Butler en una entrevista que le hicieron en Paris hace dos años dijo “No he encontrado un lugar, no creo que alguna vez encuentre un lugar. Algunos dicen que debemos sentirnos uno con nuestros cuerpos, quizás sea posible para otros pero pienso que por lo menos en mi vivencia no aplica, no pertenezco a ninguna categoría de género” y más adelante dice “No queremos hacernos cuerpo, nos deshacen los otros, no nos sabemos a nosotros mismos, por eso aprendemos. Si supiéramos que somos, estaríamos completos ya.  Estar abierto a un futuro incierto, es el único modo que tenemos de tener una relación a un cuerpo.”

Al mismo tiempo Judith Butler dice en esa entrevista que viene de una familia de cineastas en donde todos tenían un ideal de vida como de Hollywood, cada tío o primo suyo estaría identificado con un actor. Ella luchó en contra de eso y dice que es quizás lo que hace al proponer esta idea del cuerpo. Es interesante porque finalmente, aunque ella denuncie como Antígona algo, tiene un lugar en el parentesco, Judith Butler a fin de cuentas es una celebridad lo cual me parece un ejemplo lindo de cómo lo que más ocultamos más evidente es.

¿De qué se trata esta pregunta por el lugar? ¿Es una pregunta fundamental? ¿Es que el lugar ya está y no se ve para seguir escribiendo, para seguir representando? ¿Es posible que un cuerpo que se vive como un parásito pueda hacerse anfitrión de sí en el mundo sin dejar de escribir?

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